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El surrealismo convertido en arte de García Lorca en Nueva York, por Ramón Fernández Palmeral

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    El surrealismo convertido en arte de García Lorca en Nueva York

 

        Ramón Fernández Palmeral    

 

 

Autro de: Federico Garcia Lorca del de poeta en Nueva York, ilustrado con láminas de Palmeral

 

   Prólogo del libro titulado Federico García Lorca el de Poeta en Nueva York

 

    La mayor dificultad que encuentro al comenzar un ensayo literario es la de escribir el primer párrafo, y sobre todo en una introducción para anunciar la embarazoso tarea de presentar Poeta en Nueva York (PNY) de Federico García Lorca (1898-1936), obra poética inherente al surrealismo y la poesía automática, pero publicada póstumamente en 1940, primero  en Nueva York en bilingüe (inglés-español) y después en México al cuidado del poeta y editor José Bergamín, depositario del original desde julio de 1936,  editor de Cruz y Raya. Pienso que si el lector ha comprado este libro para leer los poemas, le aconsejo que vaya directamente a las páginas 33 que componen el segundo bloque de este ensayo comentado e ilustrado por el alter ego de Palmeral,  con estilo collage  informal surrealista, muy diferente  a los 18 dibujos de Lorca con su estilo lineal personal.

    El presente ensayo no es un estudio filológico al uso sobre las ediciones, los borradores, los errores o demás artillería propio de los filólogos, sino que es un estudio subjetivo de lo que me sugiere la lectura de los 36 poemas, acotados en una página, más 19 ilustraciones, lo que supone un aporte artístico aun poemario surrealista con símbolos homoeróticos ocultos en los poemas ocultos o epénticos, como por ejemplo: diez veces se repite el sustantivo: lengua, como órgano sexual. Federico inventó la sustantivo clave «Epente» que significa homosexual. Así podían hablar de este tema con Vicente Aleixandre, que también lo era, por ser un tema tabú en aquellos años treinta.

    Se han publicado 36  poemas, 35 de la primera edición más 1 de la adenda o añadidos de otras ediciones. Algunos son casidas. Los he numerado para su estudio, puesto que estaban «innumerados», y divididos en X grupos (romanizados); no obstante, y para facilitar el estudio de ellos los he numerado con  ordinales en sus diez capítulos.

    Los poemas publicados en la presente edición corresponden a la primera edición del original publicado por el editor José Bergamín en la edición de Árbol-Séneca,  México, 1940, con cuatro ilustraciones de Lorca, un poema de Antonio Machado y un prólogo de Bergamín. No puedo dejar de mencionar los estudios de Andrew A. Anderson de Poeta en Nueva York. Primera edición del original, de la editorial  Galaxia Gutemberg, Barna, 2015, del que me ha orientado sobremanera aunque Andrew  obvia el tema homosexual de Federico.

  A cada uno de los poemas se amplía con «Comentario e interpretación» subjetivos, hermenéutica o glosada.  Un principio poético se ha de tener en  cuenta, el que dijera Rainer Maria Rilke para sus Elegías de Duino: «La poesía no se escribe para ser entendida en su totalidad sino para ser sentida». Y menos aún la poesía surrealista, automática y  ultraísta, entendida como arte expresivo por medio de la palabra.

    Como escribe el editor de «Bruguera. Libro amigo» de 1983, es una:

 

 «Obra de ruptura y cambio, casi como si el éxito del Romancero (sic) [gitano] hubiera provocado en García Lorca oscuros desalientos y una necesidad de renovación. Y, de hecho, aquí en PNYrenueva y amplía su voz más íntima para exasperar la tensión imaginativa de las palabras al descubrir el rostro más inhumano de la civilización técnico-capitalista [Crack del 29]. Pocas veces se ha nombrado con tal intensidad la miseria anónima de la ciudad terrible [del Hudson], el desarraigo de las estirpes, de las razas, el dolor insomne, la viscosa angustia de la inadaptación y la nostalgia».

 

    García Lorca necesitaba un cambio de ambiente como escribiera a su amigo cubano José María Chache y Calvo en carta de  1925 «pasado una malísima temporada». Lo lamenta a su amigo Melchor Fernández Almagro, en carta de 1926, le  escribe «todo me parece lamentable en mi poesía». Lo que evidencia un estado depresivo de autocrítica y autodestrucción.  A Carlos Morla Linch en carta  1929, le dice «En Granada estoy como Jonás dentro de una ballena», el 6 de junio del mismo año le escribe otra desde Nueva York. Sobre todo por la pérdida afectiva de  Salvador Dalí, compañero la Residencia de Estudiantes de Madrid, que fue acaparado por Buñuel, y la más dolorosa, el abandono de Emilio Aladrén Perojo, con el que Lorca tuvo una relación amorosa (1928-29) que finalizó cuando se compromete Emilio con su novia Eleonor Dove.

    En el presente año 2019 se cumplen los noventa años del viaje de Federico a Nueva York (1929-1930), tras una ruptura sentimental con  Salvador Dalí y con Emilio Aladrén. García Lorca tenía 31 años de edad y rebosaba de vitalidad en todos los sentidos: físico y anímico ante su transversalidad sexual.

    No puedo olvidarme del profesor Eutimio Martín (Palencia 1935) uno de los mayores especialistas junto a Ian Gibson en la vida y obra de García Lorca. Y leo una noticia sobre Eutimio Martín publicada en Europa Press, Granada, 22 de enero de 2016:

 

   “Eutimio Martín ha reconocido que el Museo de Fuente Vaqueros es "el sitio ideal" para depositar sus libros "antes de emprender el último viaje"…   Respondiendo a la pregunta de para qué ha servido todo su trabajo sobre la obra lorquiana, ha considerado que el eje estructural o el impulso determinante fue que Lorca tenía la conciencia profunda de la frustración radical humana y en ese sentido, hace responsable a la Iglesia Católica porque considera que ha traicionado el Evangelio y esto le lanza a la defensa de los seres marginados, comenzando por los gitanos en España, los negros cuando va a los Estados Unidos, los moriscos, las mujeres a través del teatro". "Lorca es, al mismo tiempo, el escritor más cristiano y a la vez el más anticlerical, un precursor de la teología de la liberación", ha dicho”.

                      

       A veces, pienso que, de Federico y de su familia sabemos poco, a pesar de que su hermano Francisco escribiera un libro titulado Federico y su mundo, Alianza Editorial, 1980,1981. Por estos años 80, Ian Gibson publica El asesinato de Federico García Lorca, en Bruguera. Como escribe Antonio Lucas (El Mundo, 27-11-203), de Lorca siempre sabemos poco:

 

   «De Lorca sabemos siempre poco. Pues algo queda por saber más allá de lo que se conoce. Algo mejor espera tras los pasos minutados del ser que armó la oscuridad musical de 'Romancero gitano' o el aullido sideral de 'Poeta en Nueva York'. La bibliografía lorquiana es abundante (y mucha de ella, recomendable). Tantos centenares de volúmenes han trazado una geometría apasionada alrededor del poeta granadino.  Y a esa larga biblioteca se suma ahora 'Federico García Lorca en Nueva York y La Habana. Cartas y recuerdos' (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), un trabajo minucioso de los hispanistas Christopher Maurer y Andrew A. Anderson».

 

 

       Su sobrina Tica Fernández-Montesino García, ha publicado El sonido del agua en las acequias. La familia de Federico García Loca en Ediciones Dauro, Granada, 2018, que aporta datos desconocidos hasta la fecha de los años del exilio neoyorquino.

 

          Ramón Fernández Palmeral 

 

 







 Algunas lámina del poemario "Poeta en Nueva York" por el ilustrador Palmeral

 




  (Pedir permiso al autor para reproducir las láminas, tienen Copyrite)

correo: ramon.palmeral@gmail.com


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